Tal y como explicamos en profundidad en nuestra página de especialidades, los esguinces son lesiones frecuentes que afectan a los ligamentos, las estructuras que unen los huesos y mantienen la estabilidad de las articulaciones. Cuando una articulación se fuerza más de lo normal, los ligamentos pueden sufrir desgarros o roturas, provocando dolor e inflamación. En este artículo, te explicaremos todo lo que necesitas saber sobre los esguinces: qué son, cómo se producen, cuáles son sus síntomas y cómo recuperarse de un esguince siguiendo un protocolo de rehabilitación adecuado.
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Qué son los Esguinces y Cómo se Producen
Un esguince es una lesión que se produce cuando uno o más ligamentos se estiran o se rompen debido a un movimiento brusco o violento de la articulación. Los ligamentos son bandas de tejido conectivo que unen los huesos entre sí y que permiten el movimiento de las articulaciones dentro de unos límites. Cuando estos límites se sobrepasan, los ligamentos se dañan y se inflaman, causando dolor y limitando la movilidad.
Los esguinces pueden afectar a cualquier articulación, pero son más habituales en las extremidades, especialmente en los tobillos, las rodillas y las muñecas. Algunas de las causas más comunes de los esguinces son:
- Giros o torceduras repentinas de la articulación, como al cambiar de dirección al correr o al pisar en falso.
- Caídas o golpes que fuerzan la articulación en una posición anormal, como al resbalar o al recibir un impacto directo.
- Sobrecarga o fatiga muscular que debilita los ligamentos y los hace más vulnerables a las lesiones, como al practicar deportes de alta intensidad o al realizar movimientos repetitivos.
La gravedad de un esguince depende de la cantidad y la extensión del daño en los ligamentos. Según el grado de afectación, los esguinces se clasifican en:
- Esguince de grado I: es el más leve y se caracteriza por un estiramiento leve de los ligamentos, sin rotura. El dolor es moderado y la inflamación es mínima. La articulación conserva su estabilidad y su funcionalidad.
- Esguince de grado II: es de intensidad media y se produce cuando hay una rotura parcial de los ligamentos. El dolor es intenso y la inflamación es notable. La articulación pierde parte de su estabilidad y su movilidad.
- Esguince de grado III: es el más grave y se da cuando hay una rotura total de los ligamentos. El dolor es muy fuerte y la inflamación es severa. La articulación queda inestable y sin capacidad de movimiento.
Cuáles son los Síntomas de los Esguinces y Cómo Diagnosticarlos
Los síntomas de un esguince varían según la articulación afectada y el grado de la lesión, pero en general, se pueden reconocer por:
- Dolor agudo e inmediato en la zona lesionada, que se intensifica al intentar mover la articulación o al tocarla.
- Hinchazón o edema en la articulación, que puede aparecer de forma rápida o progresiva, según el flujo sanguíneo de la zona.
- Hematomas o equimosis, que son manchas de color morado o azulado que indican la presencia de sangre bajo la piel, debido a la rotura de los vasos sanguíneos.
- Rigidez o limitación del movimiento de la articulación, que dificulta la realización de las actividades cotidianas o deportivas.
- Sensación de inestabilidad o laxitud en la articulación, que se manifiesta como una pérdida de control o de seguridad al apoyar o mover la articulación.
Para diagnosticar un esguince, lo primero que se debe hacer es acudir a un profesional sanitario, como un médico o un fisioterapeuta, que evaluará la lesión mediante una exploración física y una anamnesis, que consiste en una serie de preguntas sobre el mecanismo lesional, los síntomas, el historial médico y el nivel de actividad física del paciente.
En algunos casos, puede ser necesario realizar pruebas complementarias, como radiografías, ecografías o resonancias magnéticas, para descartar otras posibles lesiones, como fracturas, luxaciones o lesiones de cartílago, y para confirmar el grado y la extensión del esguince.
Cómo Recuperarse de un Esguince: Protocolo de Rehabilitación
El tratamiento de un esguince tiene como objetivo aliviar el dolor y la inflamación, recuperar la movilidad y la fuerza de la articulación, y prevenir posibles complicaciones o recaídas. El tiempo de recuperación depende del tipo y la gravedad del esguince, así como de la edad, el estado de salud y el nivel de actividad física del paciente. En general, se estima que un esguince de grado I puede curarse en una o dos semanas, un esguince de grado II en tres o cuatro semanas, y un esguince de grado III en seis u ocho semanas.
El protocolo de rehabilitación de un esguince se divide en cuatro fases, que se deben seguir de forma progresiva y adaptada a cada caso:
Fase 1: Control del Dolor y la Inflamación
La primera fase de la rehabilitación se centra en reducir el dolor y la inflamación de la articulación lesionada. Para ello, se recomienda seguir las siguientes medidas:
- Reposo relativo: se debe evitar el uso excesivo de la articulación, pero sin inmovilizarla por completo, ya que esto podría provocar atrofia muscular y rigidez articular. Se puede utilizar una férula o una venda elástica para proteger y sujetar la articulación, pero sin apretar demasiado, para no dificultar la circulación sanguínea.
- Inflamación: controlar la inflamación es fundamental, pero no debemos evitarla ni tenerla miedo. El proceso de curación de nuestra esguince comienza por este proceso; sin inflamación, no existe curación.
Fase 2: Recuperación de la Movilidad y la Flexibilidad
La segunda fase de la rehabilitación tiene como objetivo recuperar la amplitud de movimiento de la articulación lesionada, y mejorar la flexibilidad de los ligamentos y los músculos implicados. Para ello, se recomienda realizar los siguientes ejercicios:
- Movilización pasiva: se trata de mover la articulación lesionada sin la intervención de los músculos, sino con la ayuda de otra persona, de un aparato o de la gravedad. Por ejemplo, se puede mover el tobillo con la mano, o colgar el brazo y dejar que se balancee. Este tipo de ejercicios ayudan a mantener la movilidad articular y a prevenir la formación de adherencias o cicatrices en los ligamentos.
- Movilización activa: se trata de mover la articulación lesionada con la contracción de los músculos, pero sin resistencia externa. Por ejemplo, se puede flexionar y extender el codo, o rotar la muñeca. Este tipo de ejercicios contribuyen a mejorar la circulación sanguínea y el aporte de nutrientes a los tejidos lesionados, y a estimular la regeneración de los ligamentos.
- Estiramientos: se trata de elongar los músculos y los ligamentos de la articulación lesionada, mediante la aplicación de una tensión suave y sostenida, sin llegar al dolor. Por ejemplo, se puede estirar el gemelo, el cuádriceps o el bíceps. Este tipo de ejercicios favorecen la elasticidad y la flexibilidad de los tejidos, y previenen el acortamiento o la contractura muscular.
Estos ejercicios se deben realizar de forma diaria, varias veces al día, y respetando el ritmo y la tolerancia de cada persona. Se debe empezar con movimientos suaves y cortos, e ir aumentando la intensidad y el rango de movimiento a medida que se mejora. Se debe evitar el dolor y la inflamación, ya que son signos de que se está forzando demasiado la articulación.
Fase 3: Recuperación de la Fuerza y la Estabilidad
La tercera fase de la rehabilitación tiene como objetivo recuperar la fuerza y la estabilidad de la articulación lesionada, y mejorar la resistencia y la potencia de los músculos implicados. Para ello, se recomienda realizar los siguientes ejercicios:
- Fortalecimiento isométrico: se trata de contraer los músculos sin mover la articulación, mediante la aplicación de una resistencia externa, como una pared, una banda elástica o el propio peso corporal. Por ejemplo, se puede empujar el pie contra el suelo, o presionar la mano contra la otra mano. Este tipo de ejercicios ayudan a aumentar la fuerza muscular y a estimular la cicatrización de los ligamentos, sin provocar estrés en la articulación.
- Fortalecimiento isotónico: se trata de contraer los músculos moviendo la articulación, mediante la aplicación de una resistencia externa, como un peso, una mancuerna o una máquina. Por ejemplo, se puede levantar el pie con un tobillera, o flexionar el brazo con una pesa. Este tipo de ejercicios contribuyen a mejorar la fuerza y la resistencia muscular, y a mejorar el rango de movimiento de la articulación.
- Fortalecimiento funcional: se trata de realizar ejercicios que imiten las actividades cotidianas o deportivas que se quieren recuperar, como caminar, correr, saltar o lanzar. Estos ejercicios ayudan a mejorar la coordinación y la sincronización de los músculos, y a preparar la articulación para las demandas específicas de cada actividad.
Estos ejercicios se deben realizar de forma progresiva, empezando con cargas bajas y repeticiones altas, e ir aumentando la carga y disminuyendo las repeticiones a medida que se mejora. Se debe controlar la técnica y la postura, y evitar el dolor y la inflamación, ya que son signos de que se está sobrecargando la articulación.
Fase 4: Recuperación de la Propiocepción y el Equilibrio
La cuarta fase de la rehabilitación tiene como objetivo recuperar la propiocepción y el equilibrio de la articulación lesionada, y mejorar la seguridad y la confianza al realizar las actividades cotidianas o deportivas. Para ello, se recomienda realizar los siguientes ejercicios:
- Propiocepción: se trata de mejorar la capacidad de percibir y controlar la posición y el movimiento de la articulación, mediante la estimulación de los receptores sensoriales que se encuentran en los ligamentos, los músculos y la piel. Por ejemplo, se puede realizar ejercicios con los ojos cerrados, o con superficies inestables, como un cojín, una tabla o una pelota. Estos ejercicios ayudan a mejorar la sensibilidad y la reacción de la articulación, y a prevenir posibles torceduras o esguinces.
- Equilibrio: se trata de mejorar la capacidad de mantener la estabilidad y el equilibrio del cuerpo, mediante la activación de los músculos estabilizadores que se encargan de mantener la postura y el centro de gravedad. Por ejemplo, se puede realizar ejercicios sobre una pierna, o con desplazamientos laterales, o con cambios de dirección. Estos ejercicios ayudan a mejorar la coordinación y la agilidad, y a reducir el riesgo de caídas o lesiones.
Estos ejercicios se deben realizar de forma variada y divertida, buscando el desafío y la dificultad, pero sin perder el control ni la seguridad. Se debe empezar con ejercicios simples y estáticos, e ir incorporando ejercicios más complejos y dinámicos, a medida que se mejora. Se debe prestar atención a las sensaciones y a la respiración, y evitar el dolor y la inflamación, ya que son signos de que se está excediendo el límite de la articulación.
Conclusión sobre la Rehabilitación de un Esguince
Los esguinces son lesiones que se pueden prevenir y curar con el tratamiento adecuado. Siguiendo estas pautas de rehabilitación, podrás recuperarte de un esguince de forma rápida y eficaz, y volver a disfrutar de tus actividades cotidianas o deportivas con total seguridad y confianza. Recuerda que cada caso es diferente, y que lo mejor es consultar con un profesional que te oriente y te asesore sobre tu situación particular. Si tienes alguna duda o consulta, no dudes en contactarnos.
Ventajas de llevar a cabo una readaptación online
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